De todas las historias que pueblan el mundo del cómic, la más trágica, o al menos una de las más trágicas, es la historia de Bruce Banner. Banner tuvo una infancia difícil, su padre le maltrataba a él y también a su madre. Con el paso de los años Banner aprendió a reprimir todos sus sentimientos, y llegó a tener problemas de doble personalidad, no obstante, también era un genio, un mente científica brillante.
Antes de que Banner acabara sus estudios, el ejército le fichó para que participara en proyectos de desarrollo armamentístico. Gracias a Bruce se consiguió desarrollar la bomba de rayos gamma. Durante el primer test de dicha bomba, Bruce quedó expuesto a la radiación de la misma, esta exposición, en lugar de matarle le dió la capacidad de transformarse en Hulk, un monstruo de una fuerza descomunal e imparable, en cierto sentido, es como si Hulk fuera toda esa rabia y odio que Banner llevaba dentro desde su infancia, Hulk podría ser su otro yo de forma bastante literal.
Cada vez que Banner se estresa, se convierte en Hulk, es decir, una especie de arma de destrucción masiva. Banner no puede controlar lo que Hulk hace o deja de hacer, y este, sin control, destruye todo lo que encuentra a su paso. Banner se pasa buena parte de su vida intentando por todos los medios encontrar la manera de curarse, es decir, quiere dejar de convertirse en Hulk cada vez que se encuentra en una situación de estrés. En cierto sentido, es como si el poder convertirse en Hulk fuera una enfermedad de difícil cura.